22º Domingo del Tiempo Ordinario
Las lecturas de hoy nos hablan de las impurezas del mundo y el cumplimiento de la ley de Dios. ¿Cómo se relacionan ambas? En Deuteronomio (4:1-8), Moisés advierte al pueblo que, para demostrar sabiduría y heredar la Tierra Prometida, deben seguir estrictamente la ley de Dios. Estar cerca de Dios y seguir sus leyes los distingue de otras naciones. Santiago (1:17-18, 21-22, 27) nos dice que las buenas obras y los dones perfectos provienen de Dios, que él nunca cambia y siempre está atento a quienes mantienen una fe pura.

Jesús, en Marcos 7:1-8, 14-23, nos da una gran lección. Responde a los fariseos que no es necesario lavarse las manos para purificar lo que se consume, ya que la impureza está en el interior. «Nada que venga de fuera puede manchar al hombre», les dice. Y luego les da una lista de todo lo que ya existe en el corazón del hombre: «Malas intenciones, fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, libertinaje, envidia, calumnia, orgullo, frivolidad. Todos estos males salen de dentro y manchan al hombre».
Todo lo que Jesús menciona que habita en el corazón del hombre es lo que Dios nos pide que no hagamos en los Diez Mandamientos. Sin embargo, el mayor mandamiento de Jesús siempre fue: «Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo». Jesús nos presenta un espejo para que podamos ver en nuestro reflejo las veces que hemos fallado en amar al prójimo y hemos optado por satisfacer nuestros propios impulsos.
Si recibimos la comunión, pero sabemos que después de la misa vamos a poner mala cara a alguien, a hablar mal de alguien o a dar rienda suelta a nuestros impulsos y arrebatos, ¿dónde está el amor que guardamos por Dios? En nuestro corazón no puede haber espacio para un mal pensamiento y para Dios al mismo tiempo. Ahí es donde se ve la hipocresía; la misma que Jesús les señaló a los fariseos. No podemos fingir ser cristianos e insultar a nuestro prójimo. El amor de Dios se manifiesta y se refleja en nosotros mismos. No permitamos que nuestros corazones adopten prácticas que no demuestren nuestro deseo de ser como Jesús. ¡Que tengan una semana bendecida y un hermoso MES DE ABUNDANCIA cada día de septiembre!
Oración: Padre del Universo, mereces gloria por tu majestad y omnipotencia. Te suplico que alejes de mi corazón todo mal, todo pensamiento negativo, toda ansiedad y todo dolor. Te pido que vivas en él y te reflejes minuto a minuto en mi comportamiento con los demás. Que pueda verte en cada hermano y hermana míos, sin importar su condición. Que tu Espíritu limpie mi corazón de todo mal para que mi fe sea pura y pueda confiar plenamente en ti como María. Por Cristo Jesús, Amén.