16º Domingo del Tiempo Ordinario:
Jer. 23:1-6. - Salmo 23. - Ef 2:13-18 - Marcos 6:30-34

Todas las lecturas de hoy nos dan la imagen de que Dios siempre busca la manera de pastorear a su pueblo. Los mensajes son claros: la promesa de Dios de guiarnos, la unidad en Cristo, la compasión de Jesús.
En Jeremías, el mensaje se centra en la necesidad de pastores y líderes justos y sabios. Y Dios promete que velará por la seguridad y el crecimiento de su pueblo. En la carta a los Efesios, Pablo nos explica que mediante el sacrificio de Jesús recibimos la paz. Y que este acto nos reconcilia con Dios y con nosotros mismos mediante el mismo Espíritu. En Marcos, Jesús les dice a sus discípulos que quiere que descansen un poco, pero al ver tanta gente, siente lástima por ellos porque «parecen andar como ovejas sin pastor».
Dios siempre se encarga de enviarnos personas que nos muestren su amor y su misericordia. A veces estamos tan concentrados en nuestros trabajos o proyectos que siempre intentamos mantener la mente ocupada y las distracciones nos molestan. Y, si tenemos o nos damos un momento de tranquilidad, el celular y las redes sociales nos entretienen. Pero ¿qué hacemos para intentar escuchar y ver a Dios entre las distracciones? ¿Meditamos si nos va bien?
Nuestras acciones son lo que otros ven. Nuestras palabras son lo que otros perciben. ¿Hablamos mal de quienes nos aprecian? ¿Insultamos a quien nos cierra el paso en la carretera? ¿Tenemos un gesto de misericordia con quienes tienen menos? Somos pastores de Dios. Claro, hay líderes pastorales en nuestras iglesias, pero entre nosotros debemos saber ser pastores y guardianes del amor que Dios nos pide dar.
Aunque Jesús quería descansar con sus discípulos, sintió compasión porque sabía que la gente deseaba conocer a Dios. Y estando presente entre ellos, Jesús transmitió el amor del Padre. Hay personas que, sin esperar nada a cambio, dan de lo poco que tienen: esos son los líderes que Dios nos envía. Hay personas que nos regalan una sonrisa sin que la pidamos y nuestro día no transcurre como lo habíamos planeado: esa es una sonrisa del amor de Dios que nos dice que todo estará bien. Cuando alguien comparte palabras con nosotros, mostrando su vulnerabilidad, su dolor, su personalidad: ese es el intercambio de pastoreo que Dios nos pide. Y es entonces cuando el Espíritu nos une.
Oremos: Padre bueno, creador de toda la belleza que mis ojos ven, te pido que abras mi corazón para verte, escucharte y sentirte en cada persona que encuentre hoy. Que ese momento de distracción en mi vida se llene de luz y nos bendiga mutuamente porque Tú estarás presente. Que estemos unidos por el mismo Espíritu para tu gloria. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
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