XIV WEEK IN ORDINARY TIME
Ez 2:2-5; Ps 123:1-4; 2 Cor 12:7-10; Mk 6:1-6
In the first reading, God tells Ezekiel to go to Israel and speak to them, although God knows that they are a stubborn, hard-hearted, and closed-minded people. Saint Paul in Second Corinthians tells us that in weakness, needs and problems is when he sees the strength of God present. And Jesus in the gospel tells us that no one is a prophet in his own land.
When we are baptized, God makes us part of Christ and this baptism turns us into prophets, priests and Kings. We are all called to carry out our ministry and by faith we know that God can work through us. What's going on? We close our ears to that call and do what is best for us.
If we decide to listen to Christ's call to follow him, family and close friends are the first to criticize us. This is what they did with Jesus: “Isn't that the carpenter, son of Joseph and Mary?” Likewise to us “isn't that the one who got drunk? "And why do you go to church so much if you are criticizing half the world at work?"
Being a prophet begins with us and with our actions. If we are going to follow Christ, then we must act according to God's law: Love Him and love everyone no matter who they are. But if we only say that we love God but also go along with what others do or say - we are not being honest with ourselves and we are stubborn like the people of Israel. We close ourselves off and want to continue being like everyone else because it is easier.
And it is difficult to try to love everyone because either we do not speak to everyone the same, or because some have different beliefs than us, or perhaps we judge those who are different from us as degenerate and indecent. But then what are we doing? We are rejecting the people that God puts in our path and therefore we reject Himself. We are being stubborn and we only want to see what suits us and when it suits us.
In order to come to know God intimately, we begin by knowing our neighbor. Each of them has gifts that God has given them, and by accepting that person we begin to see God in him or her and we open our hearts to the will of God. By opening our hearts to others, we act like Christ and that is when we begin to be prophets. By administering love to all, we are priests. And by treating everyone with dignity and respect, this is when we become kings.
Let us pray: Eternal Father and creator of everything, I ask you to open my heart and remove every thorn that does not allow me to love as You love. Give me your forgiveness as I offend you due to the lack of acceptance of my brothers and sisters who are different from me. I ask You to make me more humble so that I can see everyone with the eyes and charisma of Your Son, Jesus Christ. May Your Holy Spirit guide me to no longer be stubborn and to live simply, without prejudice and always with love for everyone. Amen.
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XIV SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO
Ez 2:2-5; Sal 123:1-4; 2 Cor 12:7-10; Mc 6:1-6
En la primera lectura, Dios le dice a Ezequiel que vaya a Israel y les hable, aunque Dios sabe que son un pueblo testarudo, terco, y cerrado. San Pablo en la Segunda de Corintios nos dice que en la debilidad, la necesidad y los problemas es cuando ve la fuerza De Dios presente. Y Jesús en el evangelio nos dice que nadie es profeta en su propia tierra.
Cuando somos bautizados, Dios nos hace parte de Cristo y este bautizo nos convierte en profetas, sacerdotes y Reyes. Todos y todas estamos llamados a efectuar nuestro ministerio y por fe sabemos que Dios puede obrar a través de nosotros. Pero ¿qué pasa? Cerramos los oídos a ese llamado y hacemos lo que a nosotros nos conviene.
Si decidimos oír el llamado de Cristo a seguirle, la familia, los amigos cercanos son los primeros en criticarnos. Así hicieron con Jesús: “¿que no es ese el carpintero, hijo de José y María?” Igualmente a nosotros “¿que ese no es el que se emborrachaba? ¿Y esa por qué va tanto a la iglesia si anda criticando a medio mundo en el trabajo?”
El ser profeta empieza con nosotros y con nuestras acciones. Si vamos a seguir a Cristo, pues hay que actuar de acuerdo a la ley De Dios: Amarlo a Él y amar a todos sin importar quien sea. Pero si solo decimos que amamos a Dios pero también nos dejamos llevar lo que otros hacen o dicen -no estamos siendo honestos con nosotros mismos y estamos tercos como el pueblo de Israel. Nos cerramos y queremos seguir siendo como todos lo son porque es más fácil.
Y es difícil tratar de amar a todos porque ya sea que no les hablamos a todos igual, o porque unos tienen diferente creencia que nosotros, o tal vez juzgamos de degenerados e indecente a los que son diferente a nosotros. Pero entonces que estamos haciendo? Estamos rechazando a la gente que Dios nos pone en el camino y por consiguiente lo rechazamos a Él mismo. Estamos siendo testarudos y solo queremos ver lo que nos conviene y cuando nos conviene.
Para poder llegar a conocer íntimamente a Dios, empezamos haciéndolo conociendo al prójimo. Cada uno de ellos tiene dones que Dios le ha dado, y al aceptar a esa persona empezamos a ver a Dios en ella o en él y abrimos nuestro corazón a la voluntad De Dios. Al abrir nuestros corazones es ahí cuando empezamos a ser como Cristo y nos desarrollamos en profetas. Al administrar amor a todos somos sacerdotes. Y al tratar a todos con dignidad y respeto es cuando empezamos a ser reyes.
Oremos: Padre Eterno y creador de todo, te pido que abras mi corazón y remuevas cada espina que no me deja amar como Tú amas. Dame de tu perdón ya que te ofendo por falta de aceptación de mis hermanos y hermanas diferentes a mí. Te pido me hagas más humilde para poder ver a todos con los ojos y el carisma de Tu Hijo, Jesucristo. Que Tu Santo Espíritu me guíe a ya no ser obstinado y a vivir con sencillez, sin prejuicios y siempre con amor hacia todos. Amén.