GOD STRENGTHENS US THROUGH THE EUCHARIST

DIOS NOS FORTALECE A TRAVÉS DE LA EUCARISTÍA

19ª semana del Tiempo Ordinario - Año B

¿Cuántas veces nos hemos sentido inútiles? ¿O decepcionados? ¿Quizás crecimos con insultos y maltratos, con apodos que nos hacen sentir menos que los demás? En la primera lectura de hoy (1 Reyes 19:4-8), Elías se siente agotado y abatido por sus problemas y su cansancio físico, y le dice a Dios: «Mátame». Pero Dios le envía un ángel que le da de comer y beber, devolviéndole así las fuerzas.

Pablo, en Efesios (Ef 4:30, 5-2), exhorta a los primeros cristianos a evitar las acciones que contristan al Espíritu Santo. A ser "compasivos, generosos y perdonadores unos a otros". Cristo, en el Evangelio de Juan (6:41-51), les dice a los judíos que él es el pan vivo que bajó del cielo. Los judíos murmuraban de que Jesús era un hombre común y corriente, pero Jesús les asegura que nadie viene a él a menos que el Padre lo envíe.

Ahora bien, lo que la Biblia nos dice hoy suena bien, pero ¿cómo lo vemos en nosotros mismos? Cuando nuestras almas descendieron a esta mortalidad que ahora tenemos, Dios nos asignó ángeles guardianes para que nos cuidaran y nos ayudaran durante nuestra vida terrenal. Cuando nos bautizamos, Dios nos envía su Espíritu Santo. Cada uno de nosotros es una extensión de Dios; nuestra alma es divina.

Pero nuestras acciones y palabras tienen consecuencias. Cada vez que hacemos algo malo, cuando hablamos mal de los demás, cuando nos creemos mejores que quienes carecen de lo básico, cuando cedemos a chismes que perjudican a otros o los engañamos para nuestro propio beneficio: con todas estas acciones, estamos dañando al Espíritu Santo y a nuestro ángel de la guarda, y también al de la otra persona y, en consecuencia, estamos dañando directamente a Dios.


Pero Jesús nos dice que cuando comemos de Él, ese pan vivo nos ofrece vida eterna. Por eso la Eucaristía es tan esencial en nuestra vida cristiana, porque sin Cristo no somos nada. Dios nos fortalece al compartir el pan y nos hacemos uno con Él, y se renueva nuestro compromiso de ser mejores con los demás, de no juzgar ni criticar. Nos nutrimos en Jesús para amar y respetar, porque eso es lo que el Padre quiere de nosotros: para que seamos verdaderamente sus hijos. Claro que hay discusiones entre hermanos, pero también hay reconciliación, perdón. Y es entonces cuando adoramos a Dios, respetándonos mutuamente.

ORACIÓN: Padre Eterno, perdona cada una de mis palabras que quizás lastimen tu creación. Te pido que renueves mi compromiso de ser tolerante, generoso, humilde, sabio y prudente en todo lo que haga o diga hoy. Que el Espíritu Santo y el Ángel que me encomendaste iluminen mi día. Todo esto en el santo nombre de tu Hijo Jesucristo. Amén.

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