¿Cuántas veces no nos hemos visto en una situación grave y recurrimos a pedirle ayuda a Dios? Una enfermedad que nos llama a la puerta, o quizás un examen escolar que debemos aprobar. Cuando nos encontramos en una gran necesidad, incluso buscamos la ayuda celestial. Llegamos al extremo de rezar a todos los santos que nos recomiendan porque, de alguna manera, queremos que Dios escuche nuestra oración y solo la nuestra. Todo a nuestro alrededor es oscuro, desesperado, triste.

En la primera lectura, Eliseo alimenta al pueblo, cumpliendo la profecía de que «todos comerán y sobrará». Pablo nos dice en la segunda lectura que «somos un solo cuerpo» y por eso vivimos como hijos de Dios, pues hemos sido llamados a ser «humildes y amables, comprensivos y a soportarnos unos a otros con amor». Jesús alimenta a cinco mil personas que lo seguían con solo cinco panes y dos peces. La gente lo buscaba porque necesitaban que hiciera milagros y para conocer más sobre el Reino de Dios.
La generosidad y el amor de Dios son los temas principales de la lectura de esta semana. Dios, a través de Eliseo y Jesús, siendo Dios, alimenta a multitudes hasta saciarse, incluso con sobras. Dios provee y no nos abandona. Pero ¿qué sucede después de que Dios nos da lo que necesitamos? ¿Seguimos buscando a Dios por su amor o volveremos a él hasta que necesitemos otra intercesión? Observen a las personas que Jesús alimentó: una vez que escucharon la palabra de Dios y quedaron satisfechos, también lo abandonaron; incluso gritaron "¡crucifícalo!".
Nuestra fe y nuestra relación con Dios no deben ser transaccionales, ni buscarlo solo cuando lo necesitamos. También debemos dar de lo que Él nos ha bendecido. Compartimos lo que ya no necesitamos; así proveemos a quienes lo necesitan. Visitemos a los enfermos cuando ya estamos sanos, porque comprendemos la agonía del sufrimiento por la enfermedad. Es dar gracias a Dios sirviendo a los demás con los dones que Él nos da. Porque, al fin y al cabo, TODOS (hombres, mujeres, niños, niñas, de cualquier raza o religión, de todos los rincones del mundo) somos CREACIÓN DE DIOS y por eso somos un solo pueblo para Dios.
Aquí en la tierra es donde realmente debemos demostrar el amor que decimos tener por Dios, ayudando y amando también a los demás. Aquí en esta vida es donde Dios nos pone a prueba para ver si estamos dispuestos a seguirlo en las buenas y en las malas, en los desacuerdos, las discusiones, la enfermedad y la salud.
OREMOS: Padre Eterno, te agradezco los momentos en que me he sentido desanimado porque me diste una sonrisa a través de alguien. Ayúdame a verte en cada persona. Enséñame a sentirte en cada acto que realice hacia alguien. Que siempre esté alerta para reconocer que todos somos del mismo Espíritu y que, siguiendo a Cristo, también alcanzaré la gloria. Amén.